La intertextualidad es la relación que un texto (oral o escrito) mantiene con otros textos (orales o escritos), ya sean contemporáneos o históricos; el conjunto de textos con los que se vincula explícita o implícitamente un texto constituye un tipo especial de contexto, que influye tanto en la producción como en la comprensión del discurso.
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Los orígenes del concepto de intertextualidad deben buscarse en la obra del filólogo ruso M. Bajtín (foto), quien durante el segundo tercio del siglo XX publicó una serie de trabajos sobre teoría de la literatura que en la Europa occidental no fueron conocidos hasta años después de su aparición. En ellos reflexiona sobre el carácter dialógico que tiene todo discurso; según defiende, todo emisor ha sido antes receptor de otros muchos textos, que tiene en su memoria en el momento de producir su texto, de modo que este último se basa en otros textos anteriores. Con ellos, establece un diálogo, por lo que en un discurso no se deja oír únicamente la voz del emisor, sino que convive una pluralidad de voces superpuestas que entablan un diálogo entre sí, de tal forma que los enunciados dependen unos de otros. Como ejemplos de esta dependencia mutua entre enunciados trae a colación fenómenos como la cita, el diálogo interior, la parodia o la ironía, que suponen que en el discurso aparezca una voz distinta de la del emisor. Esta teoría del discurso dialógico fue objeto de reflexión por parte de un círculo de pensadores franceses a principios de los años 70, que difundieron el concepto fuera de las fronteras de la Unión Soviética; entre ellos se cuenta J. Kristeva, una estudiosa búlgara afincada en París, que fue quien acuñó el término de intertextualidad en el año 1969.
Los orígenes del concepto de intertextualidad deben buscarse en la obra del filólogo ruso M. Bajtín (foto), quien durante el segundo tercio del siglo XX publicó una serie de trabajos sobre teoría de la literatura que en la Europa occidental no fueron conocidos hasta años después de su aparición. En ellos reflexiona sobre el carácter dialógico que tiene todo discurso; según defiende, todo emisor ha sido antes receptor de otros muchos textos, que tiene en su memoria en el momento de producir su texto, de modo que este último se basa en otros textos anteriores. Con ellos, establece un diálogo, por lo que en un discurso no se deja oír únicamente la voz del emisor, sino que convive una pluralidad de voces superpuestas que entablan un diálogo entre sí, de tal forma que los enunciados dependen unos de otros. Como ejemplos de esta dependencia mutua entre enunciados trae a colación fenómenos como la cita, el diálogo interior, la parodia o la ironía, que suponen que en el discurso aparezca una voz distinta de la del emisor. Esta teoría del discurso dialógico fue objeto de reflexión por parte de un círculo de pensadores franceses a principios de los años 70, que difundieron el concepto fuera de las fronteras de la Unión Soviética; entre ellos se cuenta J. Kristeva, una estudiosa búlgara afincada en París, que fue quien acuñó el término de intertextualidad en el año 1969.
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Desde que se difundió, el concepto ha tenido una gran influencia en los estudios tanto de teoría de la literatura como de análisis del discurso, pues permite comprender el modo en que los textos influyen unos en otros. En este sentido, debe remarcarse que la intertextualidad no tiene que ver únicamente con la cita más o menos explícita o encubierta de un texto dentro de otro, pues la relación intertextual informa el texto en su conjunto. En efecto, todo texto se produce en el seno de una cultura que cuenta con una larga tradición de textos, que poseen unas características determinadas en cuanto a su estructura, su temática, su estilo, su registro, etc. Este conocimiento textual compartido forma parte del acervo común de la comunidad lingüística, y por ello se activa cuando un emisor produce un texto, así como también cuando su receptor lo interpreta. Por ejemplo, ante la fórmula [Érase una vez], cualquier hispanohablante identifica que el género discursivo, al que pertenece al texto que va a oír es el cuento infantil, y el conjunto de cuentos infantiles que conoce funciona a modo de contexto que le proporciona información sobre las características que tendrá este nuevo cuento. Del mismo modo, todos los hablantes de nuestra cultura tienen expectativas sobre cómo será el discurso del presentador de un noticiario, la retransmisión radiofónica de un partido de fútbol, una carta comercial o el discurso de un profesor en el aula.
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Desde el punto de vista del aprendizaje de segundas lenguas, el factor más importante que debe tenerse en cuenta es que la intertextualidad puede incidir en la comprensión de un texto, bien constituyendo un obstáculo, bien un apoyo. Por un lado, el conocimiento intertextual es en gran medida cultural, puesto que forma parte del conocimiento del mundo compartido por una comunidad lingüística; por ello, es posible que no sea compartido en su totalidad por miembros de otras comunidades lingüísticas en las cuales las referencias intertexuales varíen, por lo que las referencias a textos propios de la cultura de la segunda lengua no sean comprendidas por los aprendientes. Por otro, la tradición literaria tiene muchos temas, ideas y estructuras compartidas por todas las culturas, de modo que cuando éstos se reflejan en un texto concreto producido en otra lengua pueden servir de ayuda para su comprensión y compensar la falta de conocimientos lingüísticos del receptor.
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